“Te lo juro Juan que yo no rompí la funda de tu casete”, fueron las palabras mas repetidas por mi amigo Willy la vez que me devolvió rota la funda original de Beneath The Rythm And Sound, uno de los prodigios que bien nos ha sabido regalar The Ocean Blue. Bueno, cosas que sin querer pasan y con el tiempo se van volviendo anécdotas que mas bien, por contradictorio que esto parezca, afianzan la amistad ya existente entre dos personas.
Y es que era inevitable rememorar esto en su delante, ya que él fue uno de los privilegiados que los vio actuar en su inesperada visita a Lima, en momentos en que la banda estaba separada y fuera de toda actividad, solamente actuando esporádicamente en ciudades del interior de los Estados Unidos y en injusto camino a ser olvidada por los grandes públicos en el tiempo, cuestión que muy difícilmente pasará en los gratos recuerdos de quienes alcanzamos a ser tocados por la magia de este quinteto californiano, disco a disco, audición tras satisfacción, tras sorpresa y tras devoción pura, fue surgiendo ese cordón umbilical que el fan extiende hacia el escenario, y que, el músico, percibe en muestras de devoción.
Reflexionando a cerca de todo lo que significa The Ocean Blue, con Willy llegamos a la conclusión de que no existe grupo que tenga el nombre mejor puesto, ya que el pop acompasado, a veces triste, a veces sereno, siempre evocador y por ratos lindantes con las alegrías lejanas que te hacen sonreírle a la nada, nos hacen recordar a la sensación de contemplar un inmenso océano azul, ya sea con el temor que nos infunde durante una tormenta o la calma que nos transmite mientras está quieto al atardecer.
Así como en la literatura Franz Kafka te hace tocar fondo y Julio Ramón Ribeyro puede arrancarte una sonrisa apesadumbrada ante un hecho fatal, The Ocean Blue no llega a ser un Joy Division, se asemeja mas a las punzantes y sarcásticas letras de Morrissey en su modo de tratar el sufrimiento humano, te da un pequeño espacio para respirar, una ligera franja de optimismo en medio de todo, una vez mas, son como cuando el inmenso océano azul decide calmarse después de angustiarte tanto.
La sobriedad del bajo, la rítmica acompasada, saxos y guitarras melódicas, a ratos animadas, a ratos melancólicas, crean un conjunto fácil de escuchar, pero que te atrapa, te deja pensando en la tonada que acabas de escuchar. El recuerdo de esa ligera sonoridad metálica que recubre sus producciones como un sello característico es un inconfundible primo hermano del primer álbum de The Smiths, dicho esto sin ninguna mala fe, claro está. Sino mas bien con la admiración de quien creía que ese efecto era solo posible de lograr por el mítico cuarteto de Manchester. También hay mucho de Echo & The Bunnymen y New Order, tal como lo demostraron al interpretar la celebérrima Age Of Concent. Será quizás por este gusto compartido hacia la generación punk-wave que nosotros les cogimos gusto, pero, a pesar de esto, no se crea que ellos son una banda de trámite más, por el contrario, aprendieron también de sus maestros el arte de recibir una influencia y no sonar igual, gran virtud que muchas personas bandas deberían aprender.
Solo pidieron Fanta de beber, no fuman, no usan drogas, y mantienen una actitud amistosa con quien se les acerca, en los caminos alejados se maravillaban con los paisajes tal cual infantes, guardaban pacíficos silencios en los cuales se comprendían como lo saben hacer los amigos de muchos años, gozaron con la capacidad de poner apodos de su guía peruano y desean volver a tocar en otras ciudades y hacer turismo y, lo mejor de todo, tenemos siempre presentes las hermosas melodías de canciones como Denmark, Peace Of Mind y Mercury, además de compartir su afición por Morrissey. Que Dios los bendiga.
Y es que era inevitable rememorar esto en su delante, ya que él fue uno de los privilegiados que los vio actuar en su inesperada visita a Lima, en momentos en que la banda estaba separada y fuera de toda actividad, solamente actuando esporádicamente en ciudades del interior de los Estados Unidos y en injusto camino a ser olvidada por los grandes públicos en el tiempo, cuestión que muy difícilmente pasará en los gratos recuerdos de quienes alcanzamos a ser tocados por la magia de este quinteto californiano, disco a disco, audición tras satisfacción, tras sorpresa y tras devoción pura, fue surgiendo ese cordón umbilical que el fan extiende hacia el escenario, y que, el músico, percibe en muestras de devoción.
Reflexionando a cerca de todo lo que significa The Ocean Blue, con Willy llegamos a la conclusión de que no existe grupo que tenga el nombre mejor puesto, ya que el pop acompasado, a veces triste, a veces sereno, siempre evocador y por ratos lindantes con las alegrías lejanas que te hacen sonreírle a la nada, nos hacen recordar a la sensación de contemplar un inmenso océano azul, ya sea con el temor que nos infunde durante una tormenta o la calma que nos transmite mientras está quieto al atardecer.
Así como en la literatura Franz Kafka te hace tocar fondo y Julio Ramón Ribeyro puede arrancarte una sonrisa apesadumbrada ante un hecho fatal, The Ocean Blue no llega a ser un Joy Division, se asemeja mas a las punzantes y sarcásticas letras de Morrissey en su modo de tratar el sufrimiento humano, te da un pequeño espacio para respirar, una ligera franja de optimismo en medio de todo, una vez mas, son como cuando el inmenso océano azul decide calmarse después de angustiarte tanto.
La sobriedad del bajo, la rítmica acompasada, saxos y guitarras melódicas, a ratos animadas, a ratos melancólicas, crean un conjunto fácil de escuchar, pero que te atrapa, te deja pensando en la tonada que acabas de escuchar. El recuerdo de esa ligera sonoridad metálica que recubre sus producciones como un sello característico es un inconfundible primo hermano del primer álbum de The Smiths, dicho esto sin ninguna mala fe, claro está. Sino mas bien con la admiración de quien creía que ese efecto era solo posible de lograr por el mítico cuarteto de Manchester. También hay mucho de Echo & The Bunnymen y New Order, tal como lo demostraron al interpretar la celebérrima Age Of Concent. Será quizás por este gusto compartido hacia la generación punk-wave que nosotros les cogimos gusto, pero, a pesar de esto, no se crea que ellos son una banda de trámite más, por el contrario, aprendieron también de sus maestros el arte de recibir una influencia y no sonar igual, gran virtud que muchas personas bandas deberían aprender.
Solo pidieron Fanta de beber, no fuman, no usan drogas, y mantienen una actitud amistosa con quien se les acerca, en los caminos alejados se maravillaban con los paisajes tal cual infantes, guardaban pacíficos silencios en los cuales se comprendían como lo saben hacer los amigos de muchos años, gozaron con la capacidad de poner apodos de su guía peruano y desean volver a tocar en otras ciudades y hacer turismo y, lo mejor de todo, tenemos siempre presentes las hermosas melodías de canciones como Denmark, Peace Of Mind y Mercury, además de compartir su afición por Morrissey. Que Dios los bendiga.
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