En estos días me ha sucedido algo bastante curioso, he vuelto a mudarme a la casa en que vivía antes. En medio de la familiaridad reencontrada y el mecánico ordenar de muebles en su anterior espacio, una parte de mi sentía cierta inconformidad, casi por costumbre busqué mi walkman y mi casete de Bona Drag entre las cajas que contenían mis cosas cuando, súbitamente, descubrí lo que me pasaba.
Me quedé observando la portada de First Of The Gang To Die, mientras en mis oídos sonaba Everyday Is Like Sunday, entonces lo gris, lo agobiante de lo cotidiano, todo lo aceptado con resignación y que nunca se aparta de mí cobró un significado y comprendó porque esa sensación de inconformidad.
De pronto, también comprendí (o creí comprender) el porque de Morrissey detrás de un vidrio mostrándonos su rostro facetado, dejándonos ver su forma, pero no el detalle de sus facciones. Morrissey siempre ha sabido ser un compositor demasiado lúcido como para ser soportado por las masas, es demasiado para muchos ser tocado en la llaga cuando se vive ocultándola, quizás por eso todos los que creen conocerlo por sus canciones desean saber todo sobre él, pero la verdad es solo suya, lo vemos tal como en su portada, tapado por un velo artificial que nos regala sus formas, pero no nos define sus detalles, y ese mismo velo usamos para no ser descubiertos como vulnerables y sonreímos a pesar de que no todo está bien en nosotros.
Es por todo esto que le encuentro un placer secreto a escuchar los mensajes cifrados del Moz en sus canciones, porque no son el “te lo advertí” de tus padres o hermanos, son el “a mi me paso lo mismo” de un amigo cercano, a pesar de que él no me conozca, ni yo tampoco a él, según me parece, pero de algún modo coincidimos en nuestros modos de pensar, de algún modo sonreímos a pesar de que lo gris, lo agobiante, lo tedioso, nos haga creer que todos los días son como el Domingo
Me quedé observando la portada de First Of The Gang To Die, mientras en mis oídos sonaba Everyday Is Like Sunday, entonces lo gris, lo agobiante de lo cotidiano, todo lo aceptado con resignación y que nunca se aparta de mí cobró un significado y comprendó porque esa sensación de inconformidad.
De pronto, también comprendí (o creí comprender) el porque de Morrissey detrás de un vidrio mostrándonos su rostro facetado, dejándonos ver su forma, pero no el detalle de sus facciones. Morrissey siempre ha sabido ser un compositor demasiado lúcido como para ser soportado por las masas, es demasiado para muchos ser tocado en la llaga cuando se vive ocultándola, quizás por eso todos los que creen conocerlo por sus canciones desean saber todo sobre él, pero la verdad es solo suya, lo vemos tal como en su portada, tapado por un velo artificial que nos regala sus formas, pero no nos define sus detalles, y ese mismo velo usamos para no ser descubiertos como vulnerables y sonreímos a pesar de que no todo está bien en nosotros.
Es por todo esto que le encuentro un placer secreto a escuchar los mensajes cifrados del Moz en sus canciones, porque no son el “te lo advertí” de tus padres o hermanos, son el “a mi me paso lo mismo” de un amigo cercano, a pesar de que él no me conozca, ni yo tampoco a él, según me parece, pero de algún modo coincidimos en nuestros modos de pensar, de algún modo sonreímos a pesar de que lo gris, lo agobiante, lo tedioso, nos haga creer que todos los días son como el Domingo
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