Si estuviera entre nosotros, el 3 de Enero pasado Daniel Estrada Pérez estaría cumpliendo 57 años de edad, se hubiera dado un tiempo para festejar la ocasión con los que al interior de Unión Por el Perú le teníamos (y le tenemos) un sincero aprecio, tal como lo hizo en el 2001, en un día ajetreado que nos sorprendió a todos con las listas parlamentarias en ciernes, en medio de faxes, reuniones a puerta cerrada y sesiones públicas en donde los secretos discurrían por celular o discretamente en papelitos. En medio de este ambiente desesperante de desconocidos presentando sus curriculums y jurando ser ciudadanos probos y sacrificados dirigentes, Daniel Estrada repetía sus mismas excusas a cerca de no apadrinar a nadie, hasta apersonas a las que recibió con sinceros abrazos, “presenta tus papeles a la comisión evaluadora” le escuché decir hasta la extenuación.
Cuando pensé que ese 3 de Enero saldría raudo a su casa, me sorprendió encontrarlo en el patio principal de nuestro local partidario, rodeado de militantes comunes y corrientes, brindando con una botella de vino y vasitos de plástico.
Así de cercano podía ser el congresista de gesto adusto, arraigada conciencia social y tono denunciante en sus discursos, pero, lejos de recordarlo por sus gestos, soy uno de los que admira su labor de terca y raigal identificación con la descentralización como medida inaplazable, como respuesta histórica, para alcanzar los sueños de equidad en el Perú, como el diría.
Suyos son los proyectos de ley de explotación del Gas de Camisea, tarifa plana de Internet, protección de restos arqueológicos y reservas naturales, distritos electorales múltiples, partidos políticos regionales, consejo nacional del trabajo, hizo suya la defensa del IPSS, el canon minero y la situación laboral de muchos gremios, defendió a los magistrados del tribunal constitucional y cuidó a muchos personajes anónimos de la oposición, los preferidos del régimen de Fujimori-Montesinos.
Caso a parte fue su labor en la Comisión de Justicia del Congreso, donde denunció constitucionalmente a Alberto Fujimori, Nicolas de Bari Hermoza, Vladimiro Montesinos, descubrió cuentas bancarias secretas, visitó la cede del Servicio de Inteligencia, entrevistó a testigos encubiertos y hasta al mismo Montesinos en la Base Naval del Callao, todo esto con sus consabidas amenazas de muerte, fina cortesía de sus investigados.
Daniel siempre se preocupó por cumplir con los que a través de su voz hicimos escuchar la suya, celo que lo llevó a protestar incluso en las calles, como me tocó verlo en la Marcha de Los Cuatro Suyos, donde tomo del brazo a un sorprendido Carlos Ferrero y llamó a la gente, animándolos a tomar la Plaza San Martín, a su entorno se formó gente de Construcción Civil que avanzó decididamente por Carabaya, ante una fila de policías que le pedían a Daniel que se detenga “¡yo tengo inmunidad carajo!, ¿a quién vas a golpear?”, y así, pateando los escudos policiales, hicimos nuestra la plaza. Tuvo razón, la oposición al fujimorato siempre fue una trinchera enaltecedora.
Descansa tranquilo y satisfecho Daniel, nunca defraudaste a los que nos hicimos escuchar a través tuyo, has cumplido.
Cuando pensé que ese 3 de Enero saldría raudo a su casa, me sorprendió encontrarlo en el patio principal de nuestro local partidario, rodeado de militantes comunes y corrientes, brindando con una botella de vino y vasitos de plástico.
Así de cercano podía ser el congresista de gesto adusto, arraigada conciencia social y tono denunciante en sus discursos, pero, lejos de recordarlo por sus gestos, soy uno de los que admira su labor de terca y raigal identificación con la descentralización como medida inaplazable, como respuesta histórica, para alcanzar los sueños de equidad en el Perú, como el diría.
Suyos son los proyectos de ley de explotación del Gas de Camisea, tarifa plana de Internet, protección de restos arqueológicos y reservas naturales, distritos electorales múltiples, partidos políticos regionales, consejo nacional del trabajo, hizo suya la defensa del IPSS, el canon minero y la situación laboral de muchos gremios, defendió a los magistrados del tribunal constitucional y cuidó a muchos personajes anónimos de la oposición, los preferidos del régimen de Fujimori-Montesinos.
Caso a parte fue su labor en la Comisión de Justicia del Congreso, donde denunció constitucionalmente a Alberto Fujimori, Nicolas de Bari Hermoza, Vladimiro Montesinos, descubrió cuentas bancarias secretas, visitó la cede del Servicio de Inteligencia, entrevistó a testigos encubiertos y hasta al mismo Montesinos en la Base Naval del Callao, todo esto con sus consabidas amenazas de muerte, fina cortesía de sus investigados.
Daniel siempre se preocupó por cumplir con los que a través de su voz hicimos escuchar la suya, celo que lo llevó a protestar incluso en las calles, como me tocó verlo en la Marcha de Los Cuatro Suyos, donde tomo del brazo a un sorprendido Carlos Ferrero y llamó a la gente, animándolos a tomar la Plaza San Martín, a su entorno se formó gente de Construcción Civil que avanzó decididamente por Carabaya, ante una fila de policías que le pedían a Daniel que se detenga “¡yo tengo inmunidad carajo!, ¿a quién vas a golpear?”, y así, pateando los escudos policiales, hicimos nuestra la plaza. Tuvo razón, la oposición al fujimorato siempre fue una trinchera enaltecedora.
Descansa tranquilo y satisfecho Daniel, nunca defraudaste a los que nos hicimos escuchar a través tuyo, has cumplido.
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